
Antonella Aybar fue asesinada por su pareja, Nicolás Moyano, el pasado 16 de mayo, en un caso que aún tiene derivaciones judiciales, incluyendo supensiones y sumarios a policías. La situación no está del todo esclarecida, y persisten dudas sobre el operativo policial que tardó en acceder a la vivienda donde fueron encontrados los cuerpos.
A los familiares los acompañaron amigos, alumnas y docentes de la UNPA UACO, además de Paola Ramos, funcionaria de la Municipalidad de Caleta Olivia.
En la conferencia se anunció que este lunes, a las 23 horas, se realizará una vigilia en el monumento a El Gorosito en memoria de Antonella, y que este martes a las 18 horas se realizará una marcha “por un llamado a la reflexión y prevenir las violencias que, como en estos casos, terminan en femicidio”, según explicó Florencia Galleguillo, del área de Diversidad y Género de la UNPA UACO.
Durante la conferencia, Raúl Aybar, padre de Antonella, tomó la palabra acompañado por uno de sus hijos, Gabriel Aybar.
“Esperamos justicia y que paguen su culpa todos los que participaron en un operativo que no hizo lo suficiente para prevenir la muerte de mi hija”, expresó, dejando en claro sus dudas sobre el accionar policial. También cuestionó las declaraciones de la madre del femicida respecto a los horarios en los que su hijo ingresó y egresó del domicilio.
Lizbeth De la Cruz, amiga de Antonella, también habló ante los presentes y relató un antecedente de violencia sufrido por Antonella a manos de Moyano años atrás. “Nosotras como amigas supimos de un hecho de violencia que hubo, y ella nos pidió que respetáramos su decisión y así lo hicimos. La verdad, me arrepiento completamente. Hoy sé que, de haber sabido que todo hubiese terminado en esto, creo que hubiese sido la amiga más pesada en aquel entonces. Como ya le dije a la familia, lamento no haberlo comunicado a tiempo, porque fue mucho tiempo. No me imagino todo lo que pudo haber pasado”, expresó conmovida.
Lizbeth situó el episodio de violencia en el año 2019, cuando Antonella aún no convivía con Moyano y vivía con su madre. Afirmó que, a raíz de ese episodio, Antonella se alejó parcialmente del grupo de amigas. “Ella nos dijo que estaba todo bien, que fue una confusión, que habían hablado. Y nosotras, con 19 años, no supimos cómo intervenir”, relató.
“Y no creo que haya sido el único golpe —agregó—. Sinceramente, una persona que es violenta no golpea una vez y nada más. Lamento decirlo, pero todos aquí sabemos que no fue una sola vez y que Antonella vivió un verdadero infierno. No fueron siete años de felicidad y amor, como quizás lo intentan pintar por otro lado. No hay forma de que una persona agresiva lo sea sólo dos veces, en 2019 y el pasado 16 de mayo”.
Florencia Galleguillo, del área de Género y Diversidad de la UNPA, reforzó el carácter colectivo del encuentro: “Este es un espacio de reflexión, de llamado a la reflexión a toda la comunidad. Teniendo en cuenta que, por este mismo hecho, nos hemos despertado el día 16 de mayo, y se han normalizado muchas prácticas que corresponden a la violencia. Por eso nos permitimos hacer este llamado”.
Galleguillo subrayó que las preguntas suelen apuntarse siempre a las víctimas: “Muchas veces se les pregunta a las mujeres: ‘¿Por qué no habló? ¿Por qué no dijo nada?’ Este llamado también es a las masculinidades: ¿Por qué no hablan? ¿Por qué no cuentan lo que sienten? ¿Por qué no piden ayuda a su familia, a sus amistades? Este es un llamado para que las masculinidades también se permitan organizarse, contar, abrir el juego hacia una sociedad libre de violencias”.
La referente universitaria insistió en que “este sistema, en el cual estamos viviendo, cada vez más nos muestra, a partir de los datos, que los sistemas de opresión forman parte de su estructura. Y los datos de femicidio que empezaron a visibilizarse desde el 2015 son una muestra de ese amor que no es amor”.
Finalmente, hizo un pedido firme a las instituciones y la comunidad: “Acompañamos esta situación que acontece a la familia Aybar, sin dedos acusatorios, sin buscar culpables individuales. Lo que necesitamos es una rededicación de las instituciones al cuidado real y efectivo de las vidas, para que ninguna más tenga que ser recordada de esta forma”.