
El acto tuvo lugar en la Plaza de los Compadres de la Independencia, donde luce el busto del militar y político que junto a sus gauchos llamados “infernales” cumplió una destacada misión durante la guerra por la Independencia Argentina.
En ese mismo espacio público lucen las figuras de otros dos héroes de nuestra nacionalidad, las de los generales José de San Martín y Manuel Belgrano.
Con la presencia de autoridades, abanderados de diferentes instituciones y vecinos en general, en principio se procedió a izar el Pabellón Nacional al tiempo que se entonaron las estrofas de la canción patria Aurora y seguidamente el Himno Nacional.
También hubo un minuto de silencio en memoria del prócer y luego se colocó el tradicional farol de luz (símbolo de la energía divina) y un poncho rojo junto al busto, indumentaria que usara tanto él como sus gauchos infernales que defendieron la frontera norte.
Esta última ceremonia, estuvo a cargo del presidente de la Comisión de Fomento, Jorge Soloaga, junto a dos estudiantes, Candelaria Calmus e Iara Chinelli.
Una gloriosa epopeya
Posteriormente, el jefe comunal hizo uso de palabra para exaltar el legado del patriota que murió luego de varios días de agonía al ser baleado por traidores y cuyos restos descansan en un panteón de la Catedral de Salta.
En principio formuló una síntesis de su protagonismo en el proceso de emancipación del imperio español, junto a los otros dos próceres cuyas figuras engalanan la ejemplar plaza de Cañadón, quienes “nos deben hacer recordar de dónde venimos y a donde debemos ir los argentinos”.
Diferenció las esculturas de quienes trazaron una epopeya por ver libre a nuestra patria de aquellos traidores y sátrapas de la historia del país y que incluso tienen bustos en algunas plazas del país, como Rondeau, Saavedra, Pueyrredón y Rivadavia, entre otros.
Además, resaltó que sería justo también rememorar a mujeres que acompañaron la vida de Güemes y que a veces sus nombres se pierden en la historia, citando entre ellas a su madre, Magdalena Goyechea quien provenía de la alta sociedad de Jujuy, pero no obstante se opuso a su entorno elitista y fue uno de los puntales de la causa emancipadora junto a su hijo.
En ese mismo contexto hizo referencia a su hermana, María “Macacha” Güemes, llamada la madre del pobrerío, dueña de un taller textil donde se confeccionó y proporcionó la ropa de los gauchos de Güemes y que también participó activamente en la lucha por la independencia junto a su hermano.
No olvidó mencionar a Carmen Puch, quien solo tenía 19 años cuando contrajo matrimonio con el prócer, la cual acudía constantemente a los campamentos de los combatientes para brindarles su aliento e incluso su padre aportaba hacienda para alimentarlos, llamada cariñosamente por los gauchos “Doña Carmencita”, quien murió de tristeza a los 26 años nueve meses después de la muerte de su heroico marido.
A esos nombres sumó el de otra mujer incomparable que luchó en el entones Alto Perú, como lo fue la notable y grandiosa Juana Azurduy, como así también a una mujer afrodescendiente, María Remedios del Valle, quien también combatió junto a los gauchos infernales del Padre de los pobres”
Ejemplo de coraje
Soloaga consideró que era menester revalorizar a Güemes, a las mujeres mencionadas, a los gauchos y a otros protagonistas del proceso emancipador para diferenciarlos de los traidores que emergieron en esos mismos tiempos y hasta hoy “y se apoderaron de la epopeya Libertadora de nuestros verdaderos patriotas”.
Ello a tal punto que “por culpa de esos traidores de ayer y de hoy nuestra Argentina no puede ponerse de pie” y se preguntó con un dejo de bronca “¿para qué tanto esfuerzo Martín? ¿Para que tanto coraje, tantas heridas abiertas, tantos sueños, para que tantas esperanzas y muertes por la patria, si después vinieron tantos personajes para traicionar tanto sacrificio y sangre derramada?”.